Otra lanza por 'Aftersun'
Porque tiene algo en común con Memorial Drive, de Natasha Tretheway: es conmovedora, te toca dentro… pero sin un ceder espacio a la sensiblería. La mayor parte de la cinta, de hecho, es una historia sin un hilo ni móvil aparentes: escenas familiares estivales típicas y realistas, con las que cualquiera podría estar familiarizado.
Porque de algún modo trata sobre cómo un padre trata de dar a su hija lo que él nunca tuvo. De forma más genérica, trata sobre cómo los padres y las madres tratan de llenar los huecos y vacíos con que se encontraron en su vida y tanto desgaste, problemas y huellas provocaron. Quizá hoy día se hable más de las herencias directas (de tal palo tal astilla) que de estas pequeñas herencias inversas y escudos, que son realmente lo que llena de épica a nuestra cotidianeidad. Y para demostrarnos que el padre tuvo una infancia complicada no nos aburren detallando su biografía ni tiran de recursos fácilmente emotivos, sino que lo revelan en una sola escena, en la que la hija trata de ponerse en el lugar del progenitor cuando tenía su edad y le pregunta qué le regalaron entonces sus padres por su cumpleaños. A lo que él la contesta, simplemente, que no se acordaron.
Por la escena anterior y las escenas entrecortadas con el protagonista desfasando, como símbolo y refugio de su vida, enigmas y tormentos pasados y presentes. Cuando todas esas escenas se funden en la escena final… es entonces cuando adquieren todo su sentido.
Porque la hija responde de la misión y esfuerzos del padre y convence a medio resort para cantarle el cumpleaños feliz, momento en que él se rompe. Difícil no quedarse petrificado en la silla en ese momento, con esta alegoría por la empatía y el amor recíproco. Uno podría desear o esperar en cambio, y a modo de ejemplo absurdo, que el padre se caiga de la altura en que se encuentra u ocurra algún otro giro de guion sorprendente. Pero esto no va de giros que traten de llamar fácilmente nuestra atención, sino de ponerse en la situación del otro, buscar analogías y escarbar adentro.
El final: porque todo apunta a que va a ser plano, dejando gran parte del mensaje a la libre interpretación de cada uno/a, y en cambio es crudo, decisivo y sublime. Sin este final la película quedaría coja. Pero los cabos se atan entonces de forma magistral, con la hija ya adulta abrazando, reconciliándose y entendiendo o aceptando al menos las rarezas y complejidades de quien era su padre entonces, ahora ya ausente.
Porque salvo que tengas apellidos compuestos y tu vida gire en torno a algún tipo de ficción más o menos velada, sabemos que los padres no son en realidad seres de luz cuasi divinos, sino personas, cada una de las cuales cuenta con el peso de una mochila, traumas, problemas y vivencias. Y el amor no va de relaciones ideales, sino de empatizar y querer una vez se aceptan nuestras imperfecciones, contradicciones, claro-oscuros y rarezas, derivadas de todo lo anterior. Y sobre esto hay unas cuantas dosis en esta película también.
Porque llega un día que caes en la cuenta y aceptas lo que comentaba en el punto anterior, como hace la protagonista. O supongo que, por desgracia, no siempre ocurre esto, y en muchos casos hay gente que incluso muere sin haber caído en la cuenta o reflexionado sobre ello. Una pena todos los casos en que las personas no llegan a desarrollar esa necesaria empatía, no se dan cuenta de algo así ni hacen el esfuerzo de buscar analogías con su situación personal y familiar. Supongo que a esa gente una película así verdaderamente no les dice gran cosa, al margen de lo bello de la imagen.
Y por cómo trata la tensión entre la memoria e imaginación. Cómo los recuerdos son en parte una en parte otra, y cubrimos con artificios y de forma creativa los huecos que dejan al descubierto nuestros registros. Recuerdas a tu madre bailando de forma ridícula aquel verano del 2001, o haciendo eso que tanto te sacaba de quicio, y llega el día en el que matarías por verlos montando el espectáculo de nuevo. ¡Ojalá esa energía otra vez! Energía que, ahora sabes bien, no era más que caldo de cultivo para la nostalgia. O pones, tanto para lo chistoso como para lo solemne, la vida de tus padres en contexto. Y entonces valoras de forma más acertada y ecuánime sus proezas, fallos, aciertos y desaciertos.
Entiendo que quien busque un nudo y desenlace claros, sostenidos en una historia llamativa, capaz de atraer y enganchar en sí misma… puedan quedar decepcionados con su visionado. Esta peli no va de eso, ni tiene giros de guion asombrosos. Por eso supongo hay gente que se sorprende de su éxito. Esta película va, en cambio, de nada, como dice Laura Ferrero. Va de nada, pero solo superficialmente. En realidad, va de la vida misma, que es todo de forma genérica, y de algunos de los sentimientos más crudos que martirizan a millones de personas a diario de forma más concreta y precisa. De las relaciones paterno filiales y todas sus complejidades, crisis y agujeros. De ahí que nos encontremos, por otra parte, a tanta gente llorando en las salas mientras que corren los créditos sobre la pantalla, cada cual llevándose una historia tan común como la de Callum y Sophie a su pueblo, barrio y hogar.
Pero supongo que uno debe de haber pasado por algún acontecimiento más o menos crítico en la vida, un momento de reflexión honda o estar muy receptivo emocionalmente como para captar todo eso, sentirte interpelado y que la cinta te conmueva. Y no todo el mundo se encuentra ni debe encontrar necesariamente en ese momento vital (o con el pie a favor ese día). Recomiendo encarecidamente, no obstante, hacer un esfuerzo ubicar el paso cerca. Ser capaces de mirar lo que se cuece en nuestros adentros y en el perímetro de nuestros hogares y reflexionar sobre ello. No seamos tercos. Tratemos de entender por qué somos (y son) de una forma u otra, por qué nos queremos o dejamos de querer, nos damos más o menos cariño o hablamos más o menos o de una forma u otra. Reflexionemos sobre ello, seamos más empáticos y conmovámonos, que merece la pena. De lo contrario luego los misterios y malentendidos serán muchos más, y entonces los golpes tienden a ser más duros.