Ideas que cuestan vidas
No ha pasado ni un año desde que una DANA azotó l'Horta Sud y ya ha habido otra que ha golpeado el arco mediterráneo. Algo hemos aprendido desde entonces: en esta ocasión, a los responsables políticos les ha temblado mucho menos la mano a la hora de prevenir y emitir alertas. Como resultado, de momento al menos, tan solo lamentamos pérdidas materiales, pero no humanas.
Sin embargo, queda otra lección pendiente: que quienes aún andan especialmente despistados empiecen a cuestionar la credibilidad de quienes difundieron la clase de mensajes que llevaron a la administración regional valenciana a reaccionar tarde y mal: los hombres de paja en torno a la Agenda 2030, el negacionismo del cambio climático de origen antropocéntrico y sus efectos ahora agravados, o los discursos -y las políticas- de corte libertario que promueven recortes en inversiones -para ellos gastos- en prevención y emergencias, entre otros.
Mensajes que nutren la agenda incluso de partidos con representación parlamentaria, y que calan mucho a través de redes, debido a que los algoritmos favorecen y premian el contenido polémico, llamativo y emocional, mucho más que la profundidad, los matices y los argumentos racionales y/o apoyados en datos. Mensajes que, en último término, generan el caldo de cultivo perfecto para convertir desde debates menores a cuestiones de Estado en terreno abonado para la batalla cultural y la refriega partidista.
Porque no lo olvidemos: antes del desastre, muchos tachaban de alarmistas a quienes advertían sobre la gravedad del cambio climático; consideraban excesivo cerrar colegios e institutos para prevenir; y veían en las alertas enviadas a ciudadanos a través de sus teléfonos móviles una intromisión intolerable en la privacidad y la libertad individual. Algunos, de hecho, todavía celebran este tipo de ocurrencias, platos habituales en el menú de quienes promueven el descrédito político y mercadean con la indignación y la rabia para construir un trono cada vez más alto a los suyos: desde Vox hasta algunos de los lápices menos afilados de la caja, activistas a sueldo que se presentan como periodistas o creadores de contenido. Es fácil identificarlos: su crítica tan incisiva es unidireccional y exime siempre a los mismos. Y no dudan en servirse de la muerte de centenares de personas si hace falta para tratar de obtener rédito personal o político.
Así que ojalá aprendamos también esta otra lección y se reste crédito a quienes, con la desinformación y el dogmatismo, nos atan de pies y manos para responder con eficacia a los retos de nuestro tiempo. Porque las ideas y los memes pueden acarrear costes humanos.